1936 – LA MASACRE DE OBERÁ (MISIONES) Contra la amnesia El 15 de marzo de 1936 tuvo lugar el episodio conocido como La Masacre de Oberá, en el cual se estima que fueron asesinados por las balas policiales decenas de colonos inmigrantes, todos ellos productores de tabaco y alimentos. La documentación existente no alcanza para brindar exactitud. Hubo además, detenidos que fueron asesinados en la comisaría de Oberá. Incluso, luego de más de diez años de la matanza, en los montes de la zona las familias seguían encontrando calaveras y otros restos de personas en lugares donde los relatos orales, de testigos, cuentan que hubo persecución a tiros. El episodio, fue selectivamente olvidado de los relatos historiográficos oficiales, marginado de los manuales escolares y segregado de la memoria oficial. Sin embargo, desde el arte y las intervenciones, la carcasa del olvido se está resquebrajando. Salieron temprano. Surgieron de las picadas, de los montes, convocados por la bruma del alba. Mujeres, niños, hombres, ancianos, la mayoría a caballo. Los idiomas se mezclaban en el andar. Colonos ucranianos, rusos y polacos, que venían de Samambaya, Los Helechos, Ameghino, Guaraní y Campo Viera. Marcharon kilómetros hasta llegar a Oberá. Era domingo. Los niños y las mujeres iban primero, clara muestra de que iban, en son de paz. Era domingo. Antes del mediodía la columna llegó a Oberá. La idea de estos campesinos era reclamar a las autoridades, por los precios miserables que imponían para sus productos, especialmente el tabaco. El comisario Berón, responsable policial de Oberá, tenía ya entonces fama de irascible, golpeador. Ese mediodía lo demostraría. Berón se pasó la mañana reclutando y arengando civiles, para que colaborasen con los agentes policiales, en salvar a la ciudad del ataque de “una horda de comunistas salvajes dispuestos a destruir la ciudad y quemar la comisaría”. Armados con machetes, palos, cuchillos y armas de fuego, policías y buenos vecinos esperaron el paso de la manifestación. Cuando la marcha de los campesinos pasó por el viejo cementerio, frente al galpón de un representante de la Compañía Cuarenta y Tres, Berón dio la orden. El agente que estaba a su lado, acató. Tiró tres tiros al aire y a los pocos segundos, la primera lluvia de balas emprendía vuelo hacia la manifestación. A cinco años del episodio, en 1941, el escritor bonaerense Alfredo Varela publicó su libro La Masacre de Oberá, que como el resto de su producción, está escrito en clave literaria, apoyado en datos y testimonios de la realidad. Un segmento del libro de Varela sobre La Masacre, enuncia lo siguiente: SACAR LA MUGRE QUE ESTABA DEBAJO DE LA ALFOMBRA Silvia Waskiewicz es licenciada en Historia. Su libro sobre la masacre, contiene cuatro capítulos y está nutrido principalmente por fuentes orales, documentales y periodísticas del orden provincial y nacional. Para el ex rector de la Universidad Nacional de Misiones y prologuista del libro, Fernando Jaume, el trabajo es “minucioso, sólido y esclarecedor” y se inscribe “en el terreno inclaudicable de la lucha por los derechos humanos”. Otro de los prologuistas, Raúl Aramendy (Movimiento Agrario de Misiones), señala que “la insana actitud de esconder la suciedad debajo de la alfombra, tan predicada por todos los cómplices e implicados en actos aberrantes, dignos de avergonzar solamente a quienes prefieren que no se loes recuerde, conlleva a la peor actitud de intentar silenciar los hechos por vía de la condena a los mensajeros que nos enfrentan al pasado para que podamos enfrentar, mejor al presente. De los crímenes cometidos contra pacíficos, luchadores y movilizados colonos misioneros, en 1936, en Oberá, era mejor no hablar”. La autora, en tanto, expresa que “la masacre, si bien forma parte de la memoria social, no está reconocida como parte del sistema cognitivo de referencia en la historiografía local, y sobre ella existe un significativo silencio. En este sentido, mi objetivo fue reconstruir la historia y explorar en la memoria social e individual, las formas de representación con las que —a pesar del olvido— aludían con frecuencia a ese evento”. (Sergio Alvez y Diego Bogarín, Infober) Todos los derechos reservados. Para reproducir citar la fuente Pensamiento Discepoleano
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1976 - LA MASACRE DE LA QUINTA DE MORENO Cinco días después del último golpe de Estado, el 29 de marzo de 1976, miembros del comité central del PRT-ERP encabezados por Mario Roberto Santucho se reunieron para realizar un congreso en una quinta de la localidad bonaerense de Moreno conocida como "La Pastoril". El encuentro, del que participaron dirigentes de distintas organizaciones revolucionarias del Cono Sur, derivó en un operativo ilegal de la flamante dictadura cívico militar, que terminó con siete personas asesinadas y al menos ocho secuestradas y derivadas a distintos centros clandestinos para ser interrogadas bajo torturas. El episodio, que pasó a la historia como "La masacre de la quinta de Moreno", el juez federal Daniel Rafecas ordenó la detención e indagatoria de militares y policías por su responsabilidad en aquellos crímenes. El magistrado, que instruye la megacausa por delitos de lesa humanidad en jurisdicción del Primer Cuerpo de Ejército, ordenó en total 16 detenciones por hechos correspondientes a distintos tramos de la investigación. Del congreso en La Pastoril, ubicada en La Reja, participó más de medio centenar de militantes del PRT, que en su mayoría lograron escapar a tiempo por el fondo de la quinta, mientras sus compañeros resistían el ataque por el frente. El saldo del operativo fue de siete muertos: cuatro fusilados en la misma quinta y otros tres en la localidad de Marcos Paz, mientras huían de la represión. Según se pudo reconstruir en la causa, decenas de militares y policías participaron de la operación, muchos en lugares de responsabilidad y que ya están fallecidos, otros sobre los que el juez continúa la investigación. Las detenciones que dispuso Rafecas incluyen por el momento a Miguel Angel Armúa, por entonces mayor del Ejército a cargo de la Compañía 10 de Pablo Podestá; su segundo Juan Carlos Jocker, por entonces capitán, y Carlos Alberto Guardiola, cabo primero de la misma compañía; Eduardo Sakamoto, segundo jefe y capitán de la Compañía de Ingenieros del Agua de Campo de Mayo; Héctor Alberto Raffo, quien se desempeñaba como oficial logístico; y los policías Julio Salvetti, Juan José Ruiz, Julio Alejandro Pérez y Omar Elisendo Hernández, todos de la Comisaría de Moreno, que habrían actuado junto a los militares en el operativo. Otro operativo ilegal protagonizado por miembros del Regimiento de Infantería 6 de Mercedes tuvo lugar el 10 de julio de 1976 en una imprenta del ERP en San Andrés, donde se hacían El Combatiente y Estrella Roja. Protagonizado por miembros del Regimiento de Mercedes, concluyó con la muerte de José Emilio Arancibia y el secuestro y las torturas de otro militante, quienes custodiaban al entonces asesinado vicecomodoro Roberto Echegoyen. En la causa se acreditó que el operativo surgió del interrogatorio de un alto jefe de propaganda del ERP secuestrado días antes, que fue llevado a la imprenta por los militares. La investigación permitió hilvanar las caídas de 37 víctimas, en su mayoría en Luján, todas vinculadas con la creación, edición, impresión o distribución de El Combatiente, y también reconstruir la relación de militancia (la mayoría en el ERP) y directa entre las víctimas, por la concurrencia a la misma escuela o a lugares como el taller literario del escritor Dardo Dorronzoro, víctima en la misma megacausa. Entre los desaparecidos se encuentra María Cristina Cournou a quien su hermano, el cantante Víctor Heredia, le dedicara la canción "Carta a María Cristina" y su esposo, el escritor Claudio Nicolás Grande; también Rocío Martínez Borbolla, editora de El Combatiente. Por los testimonios de cinco sobrevivientes y de ex conscriptos, el juez pudo concluir que existió un centro clandestino usado por Regimiento de Mercedes en una casa quinta que aún no ha sido identificada. Los nuevos detenidos por estos hechos son el teniente coronel Alberto Ramón Schollaert, ex jefe del regimiento de Mercedes, fue imputado por 37 privaciones ilegales de la libertad, ocho homicidios y cinco casos de torturas; y el cabo primero Rubén Osmar Andrade, indagado por un homicidio, dos secuestros y un caso de torturas. Rafecas ya procesó en este tramo de la causa al mayor Luis Felipe Fernández Bustos, quien se desempeñó como segundo jefe del Regimiento y jefe de la Plana Mayor; el entonces teniente primero Serapio Eduardo del Río, que era jefe de la Compañía A; el teniente primero Gustavo Delfor González Sass, ex jefe de la Compañía Comando y Servicios: y los entonces subtenientes Emilio Pedro Morello (de la Compañía A), Luis Alberto Brun (de la Compañía B) y Martín Eduardo Sánchez Zinny (de la Compañía C), y el subteniente Horacio Linari. En el tramo de la investigación relacionado con el centro clandestino Sheraton, que funcionó en la subcomisaría de Villa Insuperable, Rafecas dispuso la detención de tres ex miembros del Grupo de Artillería de Ciudadela: el entonces capitán Alejandro Federico Salice, de logística; el teniente primero Ricardo Alberto Pascual, de personal; y el teniente primero Roberto Horacio Sifón, jefe de finanzas. Los tres integraban la plana mayor del Grupo, con responsabilidad en el centro clandestino que habría alojado al menos a 26 víctimas en condiciones infrahumanas, responsable además del operativo ilegal donde murieron Carlos Alberto Hobert y Graciela María Maliandi. Salice, Pascual y Sifón se suman a otros ocho imputados por Sheraton, que actualmente son juzgados por el Tribunal Oral Federal 1. En la investigación de los crímenes en el circuito represivo que tuvo por eje a Mansión Seré, bajo la órbita de la Fuerza Aérea, el juez ordenó la detención de Roberto Ricardo Chiessi, quien como oficial principal de policía bonaerense tuvo a su cargo el Destacamento de Paso del Rey, donde fueron secuestradas y torturadas al menos cinco personas. Por los mismos hechos también dispuso detener al comisario de Moreno, Omar Elisendo Hernández, a quien también imputó por crímenes en la subcomisaría de Francisco Alvarez, que dependía de la Fuerza Aérea. Todos los derechos reservados. 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1975 - MASACRE DE PASCO El 21 de marzo de 1975, unos cuarenta miembros de la organización terrorista Triple A en más de una decena de vehículos bloquearon el tránsito en la zona donde vivían militantes de la Juventud Peronista, y secuestraron a ocho. Los criminales operaron con absoluta impunidad pues la policía bonaerense había recibido órdenes de «liberar la zona». Subieron a los secuestrados a un colectivo y los llevaron a la avenida Pasco, donde los hicieron descender, los fusilaron y después dinamitaron los cadáveres para evitar su identificación. “Todas las tardes, después de que llegaba de su trabajo, y aun jubilado salía a la puerta, arreglaba el jardín. Esa era su costumbre. En el atardecer del 21 de marzo del ’75 mi papá se dirigió a la puerta, como siempre, y pudo ver cuando llegaron varias personas en distintos autos, entraron en el baldío de la calle Santiago del Estero y Amenedo, y arrojaron las bombas que fragmentaron los cuerpos de aquellos que fueron secuestrados y muertos por la Triple A en la llamada Masacre de Pasco. A partir de ese momento, mi papá fue perseguido aún más. Venía a casa lastimado. Ellos simulaban que lo asaltaban en el colectivo.” (Párrafo de uno de los relatos del libro “Las ideas no se matan” de Patricia Rodríguez – Pág. 12 del 27-11-2006) En esta labor de reconstruir la Lomas de Zamora de los ’70, Patricia cuenta que entre los testimonios de los vecinos “se hablaba mucho de la solidaridad que existía entre todos, algo que hoy parece impensable. Con el tiempo esos valores evolucionaron hacia cuestiones políticas. Fue un proceso que quedó truncado por la dictadura. Por eso yo lo quería contar. La gente cuenta del fuerte entramado social que había en los barrios. Los Montoneros en el barrio San José tenían mucha aceptación entre los vecinos y en Lomas tuvo un gran arraigo también. Por eso llegaron a tildar a Lomas como ‘la roja’”. Pero la represión, sostiene, “terminó instalando contravalores, por eso hoy cuesta tanto organizarse”. (Misma nota en Pág. 12) Las víctimas fueron:
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